José Antonio Carmona Gómez
Defensor del profesor
En las últimas semanas se están publicando diversos informes sobre la situación del bienestar del profesorado en nuestro país. Así, la Fundación Educo y la Fundación SM han presentado su estudio Mejorando la protección y el bienestar en las escuelas. A su vez, EsadeEcPol ha hecho lo propio con el suyo que lleva por título El Estado de la profesión docente en España. No nos podemos olvidar del informe nacional del Defensor del Profesor del sindicato ANPE y del propio estudio que hace el sindicato ANPE-Madrid basándose en los datos sobre la situación del profesorado de esta comunidad autónoma en particular.
Las conclusiones de estos cuatro estudios son similares y todos exponen datos realmente preocupantes. En este sentido, desde el Defensor del Profesor de ANPE-Nacional se indica que en el curso 2023-2024 este tuvo un 7,9% más de actuaciones respecto al año anterior en relación al número de docentes que contactaron con el servicio. Así, atendieron a un total de 2.101 acciones, de las cuales prácticamente la mitad se corresponde con casos producidos en la Comunidad de Madrid. De estas, un 44,6 % fueron de profesorado de Secundaria y el resto de Infantil y Primaria 36,6 %. Lo más preocupante es que de los docentes que se pusieron en contacto con este servicio el 13,4 % sufría depresión, el 69,9 % tenía episodios de ansiedad y el 16,1 % estaba de baja laboral. Ya en relación a los datos de la Comunidad de Madrid, el 20,6 % de los profesores que llamaron a dicho servicio presentaba depresión, el 88,6 % ansiedad y el 16,2 % estaba de baja.
¿Por qué se da esta situación? Los cuatro estudios ofrecen los mismos motivos: condiciones profesionales desfavorables, falta de políticas especiales para el sector educativo, existencia de peores climas de aprendizaje, excesivo porcentaje de profesorado interino que no permite estabilidad de las plantillas de los centros, poco reconocimiento social, complejidad cada vez mayor de nuestras funciones docentes y excesiva burocracia. Al mismo tiempo, existe una infradotación de plantillas, mayor pobreza infantil, congelación salarial, exceso de responsabilidades, empeoramiento del clima de aula y de aprendizaje, ratios elevadas, burn out, escasa promoción profesional interna y desgaste profesional. No podemos olvidarnos tampoco de los cambios legislativos constantes, falta de apoyo emocional y de colaboración entre familias y centros educativos, asunción de cada vez más funciones, baja consideración social, excesiva atención a la diversidad con ratios más elevadas que otros países, carga laboral (en Madrid, por encima de la media nacional), parada de la negociación del Estatuto Docente...
En concreto, respecto a la casuística de los motivos por los que se ponen en contacto los docentes madrileños con el departamento del Defensor del Profesor, estos comentan diversos problemas con la Administración, falsas acusaciones por parte de las familias y alumnado, faltas de respeto, acoso hacia el docente, problemas para dar clase, agresiones y amenazas a este, etc. Todo ello conlleva que cada vez más docentes estén en peores condiciones psicológicas para hacer frente a todas las funciones que deben desempeñar en la comunidad educativa y que, incluso, piensen en abandonar la profesión docente.
Teniendo en cuenta estos datos sobre la salud mental de los profesores, ¿qué se puede hacer para desarrollar la resiliencia y el bienestar en la profesión docente? Para ello, ANPE Nacional ha publicado un decálogo claro exponiendo las principales estrategias a seguir. El objetivo es mejorar el día a día en las aulas evitando que se produzcan situaciones de estrés que afecten directamente a la labor docente.
Este Decálogo de Convivencia es una herramienta fundamental para mejorar la salud mental del profesorado. Su aplicación puede afectar no solo a los docentes sino también a todo el clima educativo. De esta forma, se favorece una enseñanza más efectiva y satisfactoria. No obstante, para que sea eficaz es necesaria una cultura de bienestar, respeto y apoyo en los centros educativos.
En conclusión, nadie duda de que la mayoría de los docentes hemos elegido nuestra carrera profesional por un claro motivo de vocación. Sin embargo, ¿solo con tener vocación se puede solucionar toda la problemática que conlleva nuestra profesión sin que nos afecte a nuestra salud mental? Es claro que la Administración y la sociedad tienen que poner medios de forma urgente para poder resolver esta problemática de la salud mental del profesorado y devolver el prestigio, consideración social y atractivo de la profesión docente. Si no es así, ¿quién querrá ser docente en el futuro? De momento, ya existen problemas para encontrar docentes para algunas especialidades y la Administración ha tenido que abrir listas extraordinarias. ¿No es esto un aviso de que hay que cambiar las condiciones laborales de los docentes?