Miedo en las aulas
Inmaculada Suárez Valdés
Coordinadora estatal del Defensor del Profesor
Secretaria estatal de Comunicación de ANPE
Por considerarlo de interés, reproducimos algunos fragmentos de la entrevista realizada a la coordinadora del Defensor del Profesor, Inmaculada Suárez Valdés, por Ana Sánchez Juárez y publicada en El Mundo el 18 de octubre de 2014.
“Un alumno escribió un relato sobre mi propio asesinato. Era muy real. Sabía dónde vivía, mis rutinas, las de mis hijos. Fue para un concurso literario del centro, tenían que elaborar una redacción. Todos los textos iban con pseudónimo. Me quejé sin éxito al director y me llamaron histérica. Nunca supe quién era. Incluso quisieron concederle el premio. Mi coche de vez en cuando aparecía rayado”. La protagonista de esta historia es una docente extremeña que acaba de jubilarse y recuerda muy bien cómo fueron cambiando las tornas durante su larga trayectoria profesional. Al principio sus alumnos la trataban de usted y se levantaban cuando entraba. “Era la maestra, un referente”. Luego, la llamaban por su nombre de pila y a ella le parecía perfecto, “más cercano”. Pero fue perdiendo autoridad y durante la última etapa, en concreto en una clase, ni la miraban, “estaban pegados al móvil e incluso comían en el aula”. Trabajaba en un centro público y pide que se guarde su anonimato; ese alumno o alumna sabía demasiado. En aquel momento se sintió completamente indefensa. Ni la Administración ni sus jefes directos respondieron. El resultado: miedo y ansiedad. Casos como este representaron el pasado curso académico la mayor parte de las 3.337 denuncias recogidas por la oficina del Defensor del Profesor, un servicio gratuito y confidencial perteneciente al sindicato independiente de la enseñanza pública ANPE. De ellas, un 12% corresponde a amenazas o agresiones, un 27% a faltas de respeto y un 6% a grabaciones ofensivas o fotos vejatorias en internet. Además, en esta oficina tramitan las denuncias que alertan sobre el comportamiento agresivo de los padres, que de forma preocupante aumentan año tras año, sobre todo en Primaria.
“Gracias a las estadísticas que elaboramos, las administraciones han empezado a prestar atención a la conflictividad en las aulas. Antes la agresión por parte de padres o alumnos se quedaba simplemente en una falta y, como mucho, suponía cien euros de multa. Ahora, con esta ley el docente goza de la presunción de veracidad. El acoso se considera delito. Ya ha habido una sentencia que condena a unos padres a ocho meses de cárcel, además de 900 euros de multa en concepto de indemnización y otros 150 euros por agredir al tutor de su hijo”, detalla Suárez, quien subraya que debido a las múltiples denuncias recibidas han extendido este servicio al resto de las autonomías. “El profesor que queda desautorizado en muchos casos no denuncia por miedo. Pintadas en la calle, campañas de difamación en las redes sociales, agresiones físicas..., un calvario por el que pocos se atreven a pasar”, incide. Lo comprobamos: la mayoría de los consultados prefiere permanecer en el anonimato.
Finlandia aprueba
Las estadísticas llevan décadas hablando de este país nórdico como el mejor en materia educativa. Y gran parte de sus buenos resultados tiene que ver con el respeto que se profesa a la figura del profesor. “Aquí es una profesión que goza de mucho prestigio social, tanto en Primaria como en Secundaria. Tal vez porque todos deben tener un máster”, asegura Taina Hämäläinen, de la Universidad de Helsinki. Taina no cree necesaria una ley para garantizar el respeto. “Partimos del supuesto de que cada alumno, aunque sus capacidades sean limitadas, tiene derecho a aprender. Por lo tanto, se presta mucha atención a los más débiles, para apoyarlos. El educador no es una autoridad que deba ser respetada, sino más bien una persona que trabaja con los chicos para facilitar su aprendizaje. En Finlandia los alumnos no compiten entre sí, sino solo consigo mismos: si mejoran mucho obtendrán una buena nota, aunque no estén entre los primeros de la clase. Así se consigue que el profesor sea una autoridad moral y que su figura emane respeto, reduciéndose la conflictividad en el aula”.