Ellos mandan porque nosotros obedecemos
Inmaculada Suárez Valdés
Defensor del Profesor de ANPE-Madrid
Secretaria Estatal de Comunicación de ANPE
Es difícil educar si al que se le educa no desea ser educado. Es muy difícil impartir conocimientos si el receptor de los mismos se niega a recibirlos.
La situación actual de la enseñanza discurre en no pocas ocasiones por estos derroteros: grupos ingobernables, alumnos impertinentes, provocadores, coléricos sin causa, con poca tolerancia a la frustración, alumnos que llevan como santo y seña en sus actuaciones cuestionar y doblegar al profesor.
En algo nos hemos debido de equivocar si cada día con más frecuencia –y aquí no vale echar balones fuera– al enfrentarnos a ciertos grupos o a ciertos alumnos del grupo, se nos hace un nudo en el estómago y nuestras palpitaciones suben de nivel.
Es cierto: los alumnos han cambiado y no son lo que eran, pero nosotros como colectivo, no nos engañemos, hemos propiciado este cambio.
Arrastrados por la corriente de ciertas metodologías pedagógicas, bienintencionadas desde luego, hemos querido ser tan democráticos, tan dialogantes que hemos convertidos a niños y adolescentes en pequeños tiranos que ejercen su despotismo sin ningún miramiento: ellos deciden, mandan, organizan, están en posesión de la verdad, merecen la máxima credibilidad, y nosotros, profesionales ya acostumbrados a ser cuestionados por la Administración, padres, alumnos, equipos directivos o compañeros, obedecemos.
El problema no son solo los alumnos, también lo son nuestras actuaciones, las ideas que tenemos sobre el papel que debemos desempeñar en la educación, nuestros miedos, nuestros complejos.
Flaco favor hacen al conjunto del profesorado ciertos directores que asumen como función propia la defensa y protección del alumno, según ellos, el eslabón más débil. Esto es lo que denuncia un cierto número de profesores que perciben que estos directores, ante conductas contrarias a la convivencia, permiten o disculpan actuaciones de padres o alumnos, dejando indefensos a los profesores, sin justificación alguna. Señores, la Ley está para cumplirla.