¡Y hablamos de “calidad”!


¡Y hablamos de “calidad”!

 

inmaculada

 

Inmaculada Suárez Valdés
Coordinadora estatal del Defensor del Profesor
Secretaria estatal de Comunicación de ANPE

 

 

 

Dice un refrán popular que de donde no hay no se puede sacar y en este caso no existe voluntad real alguna, más que de palabra, para sacar a nuestra educación del bache donde se encuentra y situarla en el lugar que se merece.

Hablar de educación en los últimos tiempos –no siempre en positivo– está de moda: recortes, LOMCE, bilingüismo, calidad de la enseñanza…, pero lo cierto es que cuando se tratan todas estas cuestiones uno, desde el aula, percibe la dejadez y la desinformación que quien legisla, pontifica o actúa tiene sobre las verdaderas necesidades y lo que significa los términos “calidad” y “mejora educativa”. Vamos, que sin descender al ruedo pretenden dirigir la corrida.

12Si el papel lo soporta todo, las palabras no se andan a la zaga. Para hablar de calidad tendremos que empezar a construir la casa por los cimientos y estos requerirán como primera medida la atención al alumnado, y si a los hechos me remito, esta atención deja mucho que desear.

Nadie que conozca de cerca –o con dos dedos de frente– la enseñanza puede entender qué teoría pedagógica se ha puesto de moda al imponer una normativa desde la Administración por la cual no se sustituirá a ningún profesor enfermo hasta después de pasados catorce días de ausencia. La proporcionalidad directa que parece quererse demostrar en estos casos es la de que: a más profesores que pasen por un aula –no cabe duda, cada hora conocen a un profesor distinto– más probabilidades existen de que los alumnos se sientan desorientados, las clases descontroladas y desde luego se interrumpa el proceso educativo, sobre todo si hablamos de alumnos de Educación Infantil o estos mismos hechos ocurren en colegios de Educación Especial.

Ante semejantes decisiones, no nos queda más remedio que reafirmarnos en la creencia de que, o no se entiende nada de nada o les importa un comino la educación. Obviar o desconocer que hay determinados grupos de alumnos que por sus características especiales –véanse los antes mencionados– necesitan una figura de referencia, no un trasiego de profesores que a pesar de su buena voluntad y de poner todo su empeño no conseguirán trasmitir esa seguridad que necesita este tipo de alumnado, es poner de manifiesto la poca voluntad que existe de hacer las cosas con cabeza. Todo ello sin contar que, en estos casos, debido a lo ajustado de los efectivos existentes de profesores y a falta de algún milagro, habrá que hacer encaje de bolillos para atender las necesidades de estos alumnos mientras mantenemos los dedos cruzados para que el profesorado enferme de uno en uno y el caos no se apodere del centro.

Los centros escolares, mal que nos pese, han perdido su razón de ser: educar y enseñar, y han pasado a convertirse, para padres y Administración, en aparcamiento de niños con animador, que no profesor, incluido. Recortar en educación servicios que son imprescindibles para nada ayuda a fomentar la calidad de la enseñanza.