De cocodrilos y coronavirus




Sofía Bernardo Jáñez
Delegada de ANPE-Madrid

El mundo está loco. Llevamos ya más de un año conviviendo con un virus que nadie ve, que nadie sabe, que nos mantiene encerrados en casa, que causa muchas muertes.

Un virus sin precedentes, que sobrevive en las superficies durante días o puede que no.

Que nos hace mantener una distancia interpersonal de dos metros, no de un metro y medio…

Un virus para el cual ya hay vacuna, que funciona, pero tiene efectos secundarios. Pero que si se puede poner según la franja de edad, o no…

Que se transmite a la velocidad del rayo y está por todas partes.

Nadie sabe, nadie ve, pero trae al mundo entero de cabeza.

Puede que todo el mundo haya visto lo importante que es la labor de los profesionales de la educación

Cuánta información, cuánta confusión. Y en medio de todo este colapso de noticias, hace meses, saltó otra. Esta, sin embargo, parecía divertida. Fue todo un despropósito: un cocodrilo del Nilo en Valladolid…

Y ¿que tendrá esto que ver, me diréis, con el coronavirus?

Pues de nuevo, algo sin precedentes. Un cocodrilo que sobrevive en el río Pisuerga, que puede ser peligroso si te acercas. Que se mueve y campa a sus anchas. Que nadie sabe, nadie ve, pero estuvieron buscando durante semanas.

No entiendo nada.

Por un lado, un bicho tan pequeño que se oculta y vive entre nosotros y, por otro, un bicho enorme que tampoco vemos y capaz de ocultarse por tanto tiempo.

¿Alguien puede explicarme qué está pasando? Parece que el mundo no gira y que ya nada será igual.

¿Puede ser que haya cosas pequeñas que nos cambien la vida y otras grandes, muy grandes, justo delante de nuestros ojos y puedan ocultarse?

Esta reflexión es cuanto menos curiosa e interesante.

Grande es el proyecto de la educación. Y como el cocodrilo, grande y capaz de pasar desapercibido ante los ojos de la sociedad.

Grande fue el reto de mantenerlo en marcha en la situación actual y ser capaces de volver a cierta normalidad. Volver a tener una educación presencial con un maestro o profesor interactuando con sus alumnos, explicando, resolviendo dudas.

Qué grande parece todo y qué pequeño ha sido el bicho que lo ha descabalado. Algo imperceptible a la vista y capaz de poner de manifiesto, al margen del tema sanitario y de otros muchos, si me permitís, grandes lagunas de la educación. Temas que se venían abordando desde hace años pero que no tenían visibilidad ante la sociedad y despertaban escaso interés en la clase política.

Y ahora, parece que, ante lo vivido, nuestros dirigentes empiezan a ver cómo lo deseable es que los niños estén en grupos más reducidos, dejen de compartir espacios pequeños, convivan herramientas tradicionales junto con las innovadoras, que los profesores tengan mayor acceso a medios tecnológicos, más equipos, etc.

Entonces, ¿puede que hayan visto al bicho grande también, al cocodrilo? Puede que hayan visto lo que sucede al reducir ratios, comprobar la relación que esto tiene con los resultados académicos, la vida del centro en general y las condiciones laborales del profesorado.

Puede que todo el mundo haya visto lo importante que es la labor de los profesionales de la educación, lo que sucede cuando se cierran los coles, cuando nadie sabe, cuando nadie ve…

Cuando, de la noche a la mañana, nunca mejor dicho, los docentes se han tenido que formar para poder atender a sus alumnos a distancia. Han manejado herramientas, han resuelto dudas y problemas, todo a base de su buena voluntad y de echarle horas. Cuando han sido capaces de adaptarse y reinventarse. Cuando han manejado la enseñanza en distintas modalidades: presencial, a distancia e incluso semipresencial.

Grande, muy grande su labor y lo que se ha destapado con la crisis sanitaria. Sólo queda esperar que nada de esto pase desapercibido ante los ojos de la sociedad, como ese pobre cocodrilo que, a pesar de su tamaño, nadie encontró y nadie vio. ¿O sí?