¿Quién quiere ser el responsable?
Carolina Fernández del Pino Vidal
Secretaria de Acción Sindical
Ponerse al frente de un centro educativo, de una clase llena de niños o adolescentes es una actividad en la que interviene un espectro casi infinito de factores. Siendo verdad que es una de las profesiones más bonitas que existen, también y sin que nos demos cuenta, se debe ser muy valiente para ser profesor y aún más para ser equipo directivo.
En un mundo en que parece que todos esperamos que las cosas que no dependen de nosotros funcionen a la perfección, asumir responsabilidades se torna peligroso. El mundo no es perfecto y nuestros centros educativos tampoco.
La cantidad de factores que pueden fallar es, si nos paramos a pensarlo, francamente aterradora. Las escaleras antiguas, las ventanas, los patios con grietas, el mobiliario que ya va teniendo sus añitos, el acoso escolar, las redes sociales...
Si a esto añadimos el recorte en el número de profesores que estamos en los centros para vigilar, sustituir, echar una mano cuando hay un problema, se multiplican las dificultades.
A pesar de todo esto, tanto profesores como equipos directivos hacen frente diariamente a los problemas con los que se encuentran para que los centros funcionen correctamente. Los alumnos dan clase sin importar quién ha faltado al trabajo, salen al recreo, recorren las dependencias del centro, van a laboratorios, salen de excursión...
Nadie piensa demasiado en cuántas cosas hay que controlar para que todo siga adelante con normalidad hasta que pasa algo. Y cuando esto sucede, lo primero es buscar a un culpable.
No hay manera de evitar que en algún momento pase algo, simplemente no es posible. Se puede intentar prever todas las posibilidades y hacer frente a ellas con los recursos humanos y materiales de los que disponemos, pero desafortunadamente a veces se producen accidentes.
Y cuándo pasan, ¿qué sucede? Rápidamente la maquinaria administrativa se pone en marcha para “depurar responsabilidades” asegurándose, eso sí, de que no tenga ella misma ninguna responsabilidad. Por otra parte, si la prensa piensa que el incidente puede tener repercusión mediática, aunque solo sea por un día, entran sin medir el efecto de su actuación, devastando en minutos vidas enteras de dedicación profesional.
Los profesores en estos casos buscamos apoyo, intentamos refugiarnos en el cumplimiento de la ley, “hemos hecho todo lo que debíamos, hemos informado de las deficiencias, de los problemas” y sin embargo, cuando ocurre algo que llama la atención de la prensa o que es trágico por sus consecuencias, nos hallamos solos ante el peligro.
Nos encontramos que, aunque es imposible evitar todos los incidentes, nos informan de que sí, que deberíamos ser capaces, que aunque hemos informado y se nos dio el visto bueno, el último responsable es el profesor, se nos dice que, aunque hay vacíos legales, somos los responsables frente a la ley.
Hemos vivido varios acontecimientos trágicos estos últimos meses en nuestra comunidad, donde a los docentes y equipos directivos se les ha echado la culpa rápidamente, en un intento de lavarse las manos por parte de nuestros superiores.
El mundo no es perfecto, nuestros centros tampoco. A veces desgraciadamente ocurren cosas.
Y ahora vuelvo a plantear la pregunta:
¿Quién quiere ser el responsable?