Mª Jesús Álvarez Núñez
Secretaria de Comunicación de ANPE-Madrid
Las nuevas tecnologías ocupan una buena parte del panorama educativo en la actualidad. Se han comenzado a incorporar a las aulas a un ritmo exponencial, en los últimos años, las tecnologías emergentes y una de las de más recientes incorporaciones han sido las tablets y los Chromebooks…
Innovación no siempre es sinónimo de cambio positivo, a veces la mejor innovación es dejar las cosas como están. En ese sentido, cambiar por cambiar o por responder a las modas tecnológicas, por ejemplo, no tiene sentido si ese cambio no contempla los fines de la educación o viene acompañado de una formación previa de los docentes y de una programación adecuada donde las tecnologías tengan un fin específico, más allá de seguir una moda o considerarse innovador.
Las nuevas tecnologías, como todo, tienen sus partes buenas y sus partes malas. Entre sus ventajas podemos destacar:
Por el gran nivel de interacción que proponen las aplicaciones educativas, el alumnado se ve más motivado para participar en la clase y a terminar las tareas propuestas.
Permiten acceder a una mayor cantidad de contenido, y cuentan con la flexibilidad necesaria para la creación en numerosas aplicaciones. Estas contribuyen a la creatividad de los pequeños, quienes obtienen recursos para desarrollar sus potencialidades en casi cualquier campo.
La autonomía también se ve incrementada, puesto que la interacción con la tecnología tiene un matiz de ensayo-error, que permite al niño desarrollar su poder de decisión y aprender más sobre la responsabilidad, dos aspectos que contribuyen mucho a la independencia.
Los dispositivos tecnológicos logran integrar numerosas herramientas de diseño para la creación de presentaciones, dibujos, videos, etc. que enriquecen el aprendizaje y fomentan la cooperación y el trabajo en equipo.
Puesto que cada alumno es capaz de desarrollar sus competencias, el grupo aprende que trabajando juntos pueden conseguir un mejor resultado en cada proyecto.
Los profesores también ven facilitada su labor gracias a distintas herramientas de monitorización que incorporan las plataformas y apps educativas. Estas permiten acceder a los datos estadísticos de cada alumno, para controlar y supervisar de forma precisa su evolución en cada materia, sus deficiencias y áreas a mejorar.
Tanto los alumnos como los docentes pueden buscar en el momento información actualizada o adjuntar una imagen, mapa o lo que necesiten.
Los alumnos tienen que llevar menos peso en sus mochilas, porque en un único dispositivo van incluidas las licencias de todas las asignaturas. Además, con las plataformas de almacenamiento on line, se puede, además de guardar información, recuperarla o compartirla fácilmente
Está claro que hay un valor real para los estudiantes y docentes en la incorporación de los dispositivos electrónicos en los centros. Pero es necesario encontrar un equilibrio para aprovechar al máximo el potencial de estos dispositivos y disminuir las afectaciones colaterales que podrían provocar en el proceso de aprendizaje.
Por supuesto, no todo es positivo en lo referente al empleo de los dispositivos electrónicos en el contexto de las escuelas. Especialmente porque muchos niños ya tienen sus propias tablets para el entretenimiento y el juego desde apenas 2 y 3 años de edad, e incluso algunos menores de 10 años, ya tienen teléfonos.
Entre las desventajas del uso de los dispositivos informáticos en la educación:
Si el estudiante ve los dispositivos como una fuente de juego y entretenimiento, a menudo perderá concentración en clase, sobre todo si entre las aplicaciones hay juegos y videos.
El empleo de los dedos y del teclado para escribir, podría ser un punto de retroceso para la caligrafía y la escritura manual de los alumnos. Además, el uso del corrector puede ocultar la importancia de conocer la gramática y la ortografía.
Si no se regula el tiempo de interacción, se suelen presentar problemas de salud como: cansancio visual, dolores de cabeza, visión borrosa…
Una vez expuestas ventajas e inconvenientes, son los padres con la información previa, quienes tienen el poder de elegir el centro para sus hijos.
En Silicon Valley, los altos ejecutivos de empresas tecnológicas llevan a sus hijos a colegios de élite que no usan ningún tipo de pantalla. Steve Jobs no dejaba que sus hijos usarán la tableta. Aquí, empieza a costar encontrar colegios que no usen esos dispositivos. En ese sentido, hay cada vez menos riqueza y diversidad en los enfoques y en los proyectos educativos.
Pero es importante resaltar que veremos las consecuencias de la sustitución masiva del libro de texto dentro de unos años. Aun así, no es lo mismo la educación individualizada que puede dar un dispositivo electrónico, que la educación personalizada que solo da un docente capaz de arrancar lo mejor de cada alumno. Si el fin de la educación es buscar la perfección de la que es capaz cada uno de ellos, es preciso discernir de qué es capaz cada niño. Ese trabajo no lo puede realizar una herramienta digital, por muy buenos que sean el dispositivo y los algoritmos de sus aplicaciones, porque ese discernimiento requiere sensibilidad. Y la sensibilidad es profundamente humana, no digital.
En vez de invertir en arsenal tecnológico, habría que invertir en bajar ratios y en formar y remunerar mejor a los maestros. Esa sería la verdadera revolución.
Es necesario encontrar un equilibrio para aprovechar al máximo el potencial de estos dispositivos, y disminuir las afectaciones colaterales que podrían provocar en el proceso de aprendizaje