Mª Jesús Álvarez Núñez
Secretaria de Comunicación de ANPE-Madrid
Estudiantes y docentes generalmente esperan con entusiasmo el descanso de las exigencias del año escolar. Las vacaciones son un momento de relajación, una oportunidad de exploración y de recuperación de espacios personales.
La Real Academia Española explica que “vacación” proviene del latínvacatio, palabra que alude al descanso o suspensión temporal de obligaciones habituales. Como profesora, me queda claro que tanto docentes como estudiantesnecesitan y merecen vacaciones, un descanso de su trabajo y actividad diaria. Sin embargo, debajo de la superficie de los despreocupados días de descanso yace una preocupación apremiante: el problema de la pérdida de aprendizajes escolares que se incrementará durante el verano.
Los niños necesitan vacaciones, no solo para desconectar de la rutina del curso, sino también para pasar más tiempo en familia. Es muy saludable para ellos contar con un tiempo al año libre de obligaciones y exigencias y con más flexibilidad. Es decir, no es el momento para sobrecargarles de actividades, aunque sean lúdicas.
Sí es recomendable mostrarles, desde los primeros años, cómo organizar por sí mismos su tiempo libre. Jugar debe ser la actividad principal, más espontánea si cabe en tiempo de vacaciones. Potenciar que desarrollen el juego por iniciativa propia facilitará la expresión de sus sentimientos y la estimulación de su imaginación. Pero los adultos también podemos proponerles ideas y ayudarles a llevar a cabo las suyas.
Las vacaciones tienen, sin duda, un impacto emocional positivo en los más pequeños. Están felices, emocionados y se divierten. Da igual cuánto dure el viaje, el cambio de aires siempre les sienta bien y, además, les ayuda a generar recuerdos duraderos y positivos. Porque irnos de vacaciones es mucho más que bañarnos en la piscina o en la playa o hacer una ruta de senderismo; es, sobre todo,compartir tiempo de calidad juntos. Así:
¿Tienen las vacaciones el mismo efecto para todos? La respuesta es no.
Las niñas y los niños de familias de nivel socioeconómico medio o alto tienden a mantener o incluso mejorar su nivel de competencia académica gracias a los viajes, campamentos, el acceso a libros y tecnología. En contraste, las familias desfavorecidas experimentan una pérdida de conocimientos y habilidades, pues las vacaciones representan una disminución de sus oportunidades de estimulación. Esta disparidad en el progreso académico se acumula año tras año y, con el tiempo, contribuye a ampliar las brechas de rendimiento y a limitar las oportunidades futuras de las niñas y los niños provenientes de entornos desfavorecidos.
Las neurociencias han demostrado que el cerebro infantil está en constante desarrollo y es especialmente sensible a las experiencias ambientales. Es durante las vacaciones, cuando los estudiantes de bajo nivel socioeconómico no están expuestos a una estimulación académica regular, que ciertas conexiones neuronales fortalecidas durante el ciclo académico pueden debilitarse debido a la falta de uso. Esto puede llevar a una disminución de las habilidades cognitivas, incluyendo la atención, la memoria, el procesamiento del lenguaje y las habilidades matemáticas.
Conocer esta información es importante no para cancelar las vacaciones, sino para traer la discusión a la mesa, poder abordar este fenómeno, y atender con propuestas creativas la brecha que genera este receso en los aprendizajes. En mi opinión, la solución debe ser mediante un enfoque multidimensional que involucre la colaboración de educadores, familias y responsables de políticas públicas. El objetivo central consiste en generar conciencia sobre la importancia de la estimulación cognitiva durante el periodo vacacional.
La educación es un derecho humano que no debe interrumpirse durante las vacaciones; el aprendizaje no se limita a las aulas y el cerebro humano no para de aprender.
Para ayudar a los padres a conseguir que los niños no se desestabilicen, al tiempo que toda la familia pueda disfrutar de sus vacaciones, puede ser adecuado seguir estas orientaciones con los hijos:
Hay que evitar que el verano se convierta en una anarquía, en la que los límites y normas se relajan hasta tal punto y se vuelven tan difusos que el niño no sabe bien a qué atenerse. Como tantas veces en el ámbito educativo, el sentido común y el equilibrio que otorga poner normas con flexibilidad suelen ser una fórmula acertada.